Eres nuestra epístola, mejor y de mayor fuerza que cualquier epístola de encomio, escrita y grabada en mi corazón, por el amor y el cariño que te tengo. También se te puede considerar como la epístola de Cristo, por tu celo por la religión cristiana, escrita en las tablas suaves y carnosas de tus tiernos afectos, con los que has recibido y guardado sus preceptos; y no como los preceptos de la ley, que fueron grabados en tablas de piedra, que los judíos de corazón duro no guardaron. (Witham)

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