Estamos ausentes del Señor y, por así decirlo, peregrinos. Compara la condición de los hombres en esta vida mortal con la de los peregrinos lejos de su amado país, pero con la esperanza de llegar allí, lo que los hace dispuestos a sufrir peligros, y hace que los cristianos incluso se resignen a la muerte, a la separación del cuerpo de el alma, para que estén presentes con el Señor y lo disfruten. Pero cada uno piense que debe ser juzgado y recibir recompensa o castigo según sus obras. (ver. 10.) (Witham)

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