Aquí el apóstol enseña que nuestros pastores deben ser obedecidos, y no solo los príncipes seculares; y con respecto a aquellos que no obedezcan a sus gobernantes espirituales, el apóstol (como afirma San Agustín) ordena que sean corregidos por amonestación, degradación o excomunión. (Cont. Donat. Post Callat. Cap. Iv. 20. & lib. De correp. & Grat. Cap. Iii.)

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