Tomando nada de los gentiles. Estos ministros y predicadores del evangelio, que recomienda San Juan, se cuidaron, como San Pablo, de no aceptar nada de los gentiles, a quienes predicaban, para que no se creyera que predicaban para obtener dinero con ello. Pero recuerda a Gayo que, al ayudar a tales hombres, se convertiría en un colaborador del Evangelio y participaría en su recompensa. (Witham)

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