Salid de ella, pueblo mío. Aquí se le dice al pueblo de Dios, los cristianos, que abandonen la ciudad que cae, para que no sean partícipes de sus pecados y reciban sus plagas. En el momento del saqueo de Roma por Alarico, muchos huyeron a San Jerónimo, que estaba entonces en Judea; otros huyeron a otras partes, como testifican muchos santos padres. San Jerónimo dice, (Ep. VII) que Santa Paula y varias familias cristianas ilustres habían abandonado Roma como por inspiración particular, y se habían retirado a Judea.

El santo papa Inocencio fue sacado de la ciudad por una providencia particular, como Lot, de Sodoma, para que no viera la ruina de un pueblo culpable, dice Orosius, lib. 7. cap. xxxix. También leemos que Melania, como si anticipara la catástrofe que se avecinaba, había convencido a muchos cristianos para que se retiraran con ella de una ciudad condenada a la destrucción. (Histor. Laus. Cap. Cxviii.) En fin, todos sabemos que cuando estalló la tormenta, los cristianos se refugiaron y se salvaron en las Iglesias de San Pedro y San Pablo, que Alarico había permitido que fueran lugares de la seguridad. (Haydock)

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