Una arboleda: en medio de la cual había un altar, dedicado al Señor Dios eterno; para testificar que solo él era incapaz de cambiar. Allí Abraham reparaba con frecuencia, para agradecer a Dios por todos sus favores. Probablemente todavía no se conocían templos en ninguna parte del mundo. Los santos de la antigüedad, Abraham, Isaac, Josué, etc., se complacieron en mostrar su respeto por Dios y su amor por el retiro, plantando arboledas y consagrando altares a la Deidad suprema.

Si esta loable costumbre fue luego pervertida por los idólatras y, por lo tanto, prohibida al pueblo de Dios, no debemos extrañarnos. Se puede abusar de las mejores cosas; y cuando se conviertan en motivo de escándalo, debemos evitarlos. (Haydock) --- (Josué xxix. 26; Deuteronomio xvi. 23; Jueces vi. 25.)

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