Dos cadenas, para sus manos y pies; o tal vez se le puso una cadena en cada mano, que también estaba atada a un soldado a cada lado de él, que lo conducía. Ésta era la costumbre romana de atar a los prisioneros. Véase Séneca, ep. v. et lib. de tranquilo. animi. X. Ver Hechos xii. 6, 7.

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