Abiertamente, no está en hebreo ni en otras versiones. En lugar de llevar la malicia en el corazón, estamos autorizados a exigir nuestro derecho de manera legal, o corregir en un asunto fraterno, a la persona que pudo habernos herido, para que no incurramos en pecado por nuestra negligencia y el ofensor continúe impenitente. Jesucristo nos instruye a hacer esto con la menor molestia posible, Mateo xviii. 15. Sin embargo, los pecados públicos deben sufrir una corrección pública, 1 Timoteo v. 20. (San Agustín, ser. 82). El amor debe regular nuestras quejas. (San Agustín, q. 70.)

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