Perdido. No adquirimos ningún título sobre la cosa al encontrarla. La ley romana, así como los teólogos, condenan a los que se apropian de la cosa hallada para su propio uso, como culpables de robo, ya sea que supieran a quién pertenecía o no; y Platón elogia enormemente la ley de Solón: "No tomes lo que no hayas dejado", una regla que los dyrbeans y la gente de Biblos observaron rigurosamente. Sin embargo, podemos tomar lo perdido (Calmet) y esforzarnos por encontrar al dueño, quien debe indemnizarnos por nuestro problema; y, si nunca lo encontramos, se nos ordena dar el precio a los pobres, por el bienestar del propietario. (Haydock)

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