Con estas palabras no se debe entender que Jesús debe estar confinado a esa postura particular del cuerpo, o que el Padre tiene manos o forma humana; porque Dios es un Espíritu puro, incorpóreo y absolutamente perfecto. La imagen de Dios, tal como es en sí mismo, no está al alcance de nuestros sentidos mortales. Cuando la Escritura, por lo tanto, habla de Dios, usa la imagen del lenguaje que se adapta a nuestros sentidos, para que así nos transmita algún conocimiento imperfecto de esos misterios sublimes, que son inefables en sí mismos e incomprensibles para nuestro entendimiento.

Así se nos informa que Jesucristo se sienta a la diestra de Dios, Padre Todopoderoso, para significar que, como hombre, nuestro Señor ha sido elevado a la cumbre de la gloria y a esa suprema bienaventuranza, que no hay nada más alto, y nada más grande en toda la dicha del cielo; y que además tiene el mismo dominio soberano con el Padre sobre todas las criaturas; porque, como Dios, es igual al Padre en poder, sabiduría y perfección.

Véase Pouget, pág. 256. ed. en fol. --- A la diestra de Dios. Jesucristo, nuestro Redentor, no era solo hombre, sino verdaderamente Dios, el mismo Dios con su Padre eterno: y por esto se significa que la persona, que tomó la naturaleza humana y se hizo hombre, es igual en dignidad al Padre: él, que, como hombre, ascendió al cielo. [2] Cuando San Jerónimo dice que la mayoría de las copias griegas querían este capítulo, no habla del Capítulo s según nuestra división actual, sino sólo de los últimos 12 versículos, que antes formaban lo que se llamaba un pequeño capítulo: sin embargo, estos doce versículos debe haber sido omitido en esos manuscritos por algunos transcriptores negligentes.

Ahora se encuentran en todos, tanto en copias latinas como griegas. Se encuentran en los Cánones de Eusebio sobre los Evangelios; en San Jerónimo en varios lugares; en San Ambrosio, lib. iii, en Luc. Tomás. iii, pág. 292. Ed. París, an. 1582; en San Agustín, lib. iii, de consensu Evang. Cap. xxv, tom. 3, parte 2, pág. 142, etc. (Witham) --- San Gregorio de Nisa, (orat. 2. de Resurr.) Dice, que las mejores copias de St.

El evangelio de Marcos terminó con el octavo verso, un temblor y miedo se apoderó de ellos: Griego: En tois akribesterois to Kata Markon Euanggelion mekri tou ephobounto gar, echei to telos. Es el sentimiento muy generalmente recibido de los eruditos, que los últimos 12 versos fueron dados por San Marcos; y la razón más probable hasta ahora ofrecida para la omisión de ellos en varias copias es que los transcriptores siguieron una copia mutilada, donde faltaba la última página. (Biblia de Vence)

[BIBLIOGRAFÍA]

San Hierón. [St. Jerome,] Ep. ad Hebidiam, q. 3, tom. 4, parte 1, pág. 172: ómnibus Græcis Libris pene hoc capitulum non habentibus.

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