No lo que entra en la boca, etc. Debemos sentir compasión de todo corazón y orar a Dios por aquellos que ciegamente pretenden desde aquí que comer cualquier tipo de carnes, o tan a menudo como carnes, o tan a menudo como le plazca a un hombre en los días de ayuno, no puede contaminar a nadie. (Witham) --- Ninguna inmundicia en la carne, ni ninguna suciedad que se contraiga al comerla con las manos sucias, puede contaminar el alma; sino el pecado solo, o la desobediencia del corazón a la ordenanza y la voluntad de Dios.

Y así, cuando Adán tomó el fruto prohibido, no fue la manzana la que entró en su boca, sino la desobediencia a la ley de Dios, lo que lo profanó. Lo mismo debe decirse si un judío, en el tiempo de la antigua ley, hubiera comido carne de cerdo; o un converso cristiano, en los días de los apóstoles, en contra de su ordenanza, había comido sangre; o si alguno de los fieles, en la actualidad, transgrede la ordenanza de la Iglesia de Dios, rompiendo los ayunos; porque en todos estos casos el alma se contaminaría, no por lo que entra en la boca, sino por la desobediencia del corazón, al transgredir voluntariamente la ordenanza de Dios, o de aquellos que tienen su autoridad de él.

(Challoner) --- Jesucristo de ninguna manera prohíbe el ayuno y la abstinencia de ciertos alimentos, y en ciertos momentos, o lo hubieran acusado inmediatamente de contradecir la ley; sólo dice que la carne que consideran inmunda no contamina el alma por sí misma y por su propia naturaleza; que es lo que mantuvieron los fariseos (y antes Pitágoras, y después los maniqueos), y que S.

Paul refuta calurosamente. (1 Timoteo iv. 4) (Tirinus) --- Si un hombre se emborracha, aduciendo esta misma súplica, que lo que entra por la boca, etc. no es la respuesta obvia; que no es el vino, sino la intemperancia, contraria a la ley de Dios, lo que lo contamina; porque los borrachos no poseerán el reino de Dios. (1 Corintios vi.10)

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