En vano adoran, o creen que adoran a Dios, quienes descuidan los mandamientos divinos para observar los mandamientos de los hombres. No debemos suponer aquí que Cristo censura los mandamientos de la Iglesia, o la tradición de los apóstoles, porque de ningún modo son contrarios a la ley divina, sino que sirven para hacerla cumplir y reducirla a la práctica; ni son tanto los mandamientos de los hombres, como los de Dios, entregados a nosotros por sus embajadores.

Cristo censura a los meramente humanos, como los aquí mencionados, que son vanos y vanos, como el lavado de manos supersticioso o erróneo, como que el alma se contamina con carne; o abiertamente contrarios a la ley natural y divina, como los padres defraudadores de su justo sustento. (Tirino) --- Es evidentemente erróneo argumentar a partir de este texto contra las tradiciones apostólicas. San Pablo les dice a los tesalonicenses que se mantengan firmes y mantengan las tradiciones que les han enseñado, ya sea de boca en boca o por epístolas.

(2 Tesalonicenses ii. 14.) --- Mandamientos de hombres. Las doctrinas y mandamientos aquí reprendidos son contrarios a la ley de Dios (como la de descuidar a los padres, con el pretexto de dar a Dios) o al menos son frívolos, inútiles y no conducen a la verdadera piedad, como el de lavarse las manos con frecuencia, etc. sin importar la pureza del corazón. Pero en cuanto a las reglas y ordenanzas de la santa Iglesia, tocante a ayunos, festivales, etc.

estos no son caminos repugnantes, pero muy agradables a la santa palabra de Dios ya toda la piedad cristiana; ni deben contarse entre las doctrinas y mandamientos de los hombres, porque no proceden de la mera autoridad humana, sino de lo que Cristo ha establecido en su Iglesia; a cuyos pastores nos ha mandado escuchar y obedecer, como a él mismo. (Lucas x. 16. Mateo xviii. 17) (Challoner)

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