Y no lo harías. Se pueden extraer tres verdades de estas palabras de nuestro Salvador: 1. Los que perecen, perecen por su propia culpa, porque se niegan a escuchar la voz de Dios que los llama a la salvación; 2. Que la voluntad del hombre es libre, y que es un error en el hombre poner toda su maldad en manos de Dios o de la casualidad; porque Dios justamente atribuye la reprobación del hombre a su propia voluntad perversa, que a menudo se opone a la de Dios y trae destrucción sobre sí misma; 3. Cuán necesario es que el hombre someta su voluntad a la del Todopoderoso, y siempre diga con nuestro Salvador: Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya. (Salmeron)

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