Las instrucciones anteriores que Jesucristo dio a la multitud. Ahora se dirige a sus apóstoles, llamándolos la sal de la tierra, destinada a preservar a los hombres de la corrupción del pecado y hacerlos saborear las verdades de la salvación. Les dice que no disminuyan su fe ni su caridad, en la que consiste todo su poder, para que no lleguen a ser rechazados por Dios y despreciados por el hombre. (Calmet) --- Yo os envío, dice Jesucristo, no a dos, diez o veinte ciudades, no a una sola nación, como fueron enviados los profetas, sino a todo el mundo, un mundo oprimido por innumerables iniquidades.

No es propiedad de la sal restaurar lo que ya está dañado, sino preservarlo de la corrupción. Por tanto, la virtud de los méritos de Cristo nos libra de la corrupción del pecado; pero el cuidado y la labor de los apóstoles nos preserva de volver a ella. (San Juan Crisóstomo, hom. Xv.) --- Aparece de Lucas xiv. 34, que esta comparación se toma de la agricultura. Observamos estas propiedades de la sal en los diferentes abonos que fertilizan el suelo, pero sufrimos que las sales se evaporen, y se pierde toda su virtud. (Haydock)

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