Los pobres de espíritu; [1] que, según la exposición común, significa los humildes de mente y corazón. Sin embargo, algunos lo entienden de aquellos que están verdaderamente en la pobreza y la necesidad, y que soportan su condición de indigentes con paciencia y resignación. (Witham) --- Es decir, los humildes; y aquellos cuyo espíritu no está puesto en las riquezas. (Challoner) --- No en vano se disponen las bienaventuranzas en este orden.

Cada precedente prepara el camino para lo que sigue enseguida, dotándonos en particular de brazos espirituales de las gracias necesarias para obtener la virtud de la bienaventuranza posterior. Así, los pobres de espíritu, es decir, los verdaderamente humildes, se lamentarán por sus transgresiones, y quien esté lleno de tristeza y confusión por sus propios pecados, no puede sino ser justo y comportarse con los demás con mansedumbre y clemencia; cuando posee estas virtudes, se vuelve puro y limpio de corazón.

La paz de conciencia reina en este conjunto de virtudes, y el alma no puede ser expulsada por tribulaciones, persecuciones o injusticias de los hombres. (San Juan Crisóstomo, hom. XV.) ¿Qué es esta pobreza de espíritu, sino humildad y contrición? Esta virtud de la humildad se coloca en primer lugar, porque es la madre de todas las demás virtudes, como el orgullo es la madre de todos los vicios. El orgullo privó a nuestros primeros padres de su inocencia original, y nada más que la humildad puede devolvernos nuestra pureza anterior.

Podemos orar y ayunar, podemos poseer misericordia, castidad o cualquier virtud, si la humildad no los acompaña, serán como la virtud del fariseo, sin fundamento, sin fruto. (Hom. XV.)

[BIBLIOGRAFÍA]

Los humildes. Véase St. John Chrysostom hom. xv. en Matt. San Jerónimo sobre este lugar en su Comentario sobre San Mateo. San Agustín, Serm. Domini en Monte. Tomás. iii, parte 2 p. 166 y c.

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