San Pablo no quiere decir que nunca predicó donde antes se había anunciado el evangelio; esto no habría sido cierto, porque predicó en Damasco, donde ya había cristianos, a quienes antes deseaba llevar encadenados a Jerusalén; y nuevamente en esta epístola anuncia las verdades del evangelio a los romanos ya convertidos por la predicación de San Pedro. Pero quiere decir que en estas ocasiones no actúa como un apóstol, cuyo oficio es predicar a los infieles; sino como quien riega, confirma, conforta, como dice al principio de esta epístola: y esto lo hizo como ocasión ofrecida, como muestran los versículos posteriores, donde nos cuenta su designio al llamar a los romanos, en su viaje a España. (Estius)

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