Son los hijos de Dios, por esta nueva gracia de adopción, por la cual también llaman a Dios, Abba; es decir, Padre, mientras que bajo la antigua ley de Moisés, Dios gobernaba más bien a su pueblo por el miedo; estaban sus siervos, somos sus hijos; y si hijos, también herederos de Dios, con la promesa de una herencia eterna en su reino, con tal de que suframos por causa de Cristo, como él sufrió por nosotros.

Y seguramente los breves sufrimientos de este mundo no tienen proporción ni pueden equilibrarse con la futura gloria eterna, que se nos ha prometido y preparado en el cielo. (Witham) --- Abba es una palabra siríaca, que significa mi padre. Ésta es propiamente la palabra de los niños libres y nobles; porque entre los hebreos, a los hijos de esclavos no se les permitía llamar a sus padres Abba, ni a sus madres Imma.

Este tipo de expresión rara vez se usaba bajo la antigua ley. Los hebreos llamaban al Todopoderoso su Señor, su Dios, su Salvación, su Rey, su Protector, su Gloria, etc. pero rara vez su padre, casi nunca, excepto en el caso de Salomón, quien era una figura particular del Mesías, el verdadero Hijo de Dios. Por eso Dios le dijo: "Él me llamará Padre y Dios; y yo seré para él un Padre, y lo trataré como a mi primogénito".

"Pero es propiedad del cristiano llamar al Todopoderoso su Padre con verdadera confianza, pero templado con un temor filial; recordando al mismo tiempo que él es su juez. (Calmet) --- Mat. Polus dice que ningún uno de los justos se atrevió a llamar a Dios, mi Padre, antes de la venida de Cristo, ya que este favor estaba reservado para el tiempo del evangelio. (En este lugar) (Haydock) --- San Juan Crisóstomo [1] toma Note, que Dios también fue llamado el Padre de los israelitas, y ellos sus hijos, en el Antiguo Testamento, cuando Dios más bien gobernó a su pueblo por temor a los castigos y promesas de bendiciones temporales, pero no de esa manera particular como en el Nuevo Testamento. ley.

(Witham) --- El Espíritu mismo, etc. Por los movimientos internos del amor divino y la paz de conciencia que experimentan los hijos de Dios, tienen una especie de testimonio del favor de Dios; por el cual se fortalecen mucho en la esperanza de su justificación y salvación; pero, sin embargo, no para fingir una seguridad absoluta, que no suele concederse en esta vida terrenal: durante la cual se nos enseña a obrar nuestra salvación con temor y temblor.

(Filipenses ii. 12.) Y que el que piense estar firme, tenga cuidado de no caer. (1 Corintios x. 12.) Ver también Romanos xi. 20, 21, 22. (Challoner) --- Él nos ha dado, dice San Juan, (cap. I. 12.) el poder, o la dignidad, de ser hijos de Dios. Cristo nos enseñó a orar y a comenzar nuestras oraciones con nuestro Padre, etc. (Mateo vi. 9.) (Witham)

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