Porque el esposo incrédulo es santificado por la esposa, y la esposa incrédula es santificada por el esposo; si no, tus hijos serían inmundos; pero ahora son santos.

v. 15. Pero si el incrédulo se va, que se vaya. Un hermano o una hermana no está sometido a servidumbre en tales casos; pero Dios nos ha llamado a la paz.

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