Ofreció, pues, sobre el altar que había hecho en Betel, el día quince del mes octavo, en el mes que había ideado de su corazón, sin el mandato de Jehová; y ordenó una fiesta para los hijos de Israel, para tomar el lugar de por lo menos una de las grandes fiestas ordenadas por Jehová; y ofreció sobre el altar y quemó incienso, planeó deliberadamente y se preparó para participar en el culto que había instituido.

Toda adoración aparente de Jehová que los hombres conciban en su propio corazón, todos los sacrificios y obras que son hechos por mandamiento de hombres y tienen la intención de merecer el favor de Dios son una abominación ante el Señor y una transgresión del Primer Mandamiento.

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