Entonces Saúl dijo a David: Bendito seas, hijo mío David, que aún hablas bajo la influencia del fugaz sentimiento mejor que despertó en él la noble conducta de David; ambos harás grandes cosas, y también prevalecerás, emprenderás y también cumplirás plenamente, porque Saúl no podía cerrar los ojos al hecho de que la bendición de Jehová descansaba sobre David. Entonces David siguió su camino, sin aceptar la invitación de Saúl de regresar con él, y Saúl regresó a su lugar.

Por lo tanto, estos dos hombres se separaron para siempre, porque la enemistad de Saúl continuó y obligó a David a huir a territorio pagano. Cuando una persona ha endurecido tanto su corazón que toda bondad no deja una impresión duradera, su condena final es solo cuestión de tiempo.

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