Entonces David se levantó de la tierra, se lavó y ungió, y se cambió de ropa, y entró en la casa del Señor, la tienda donde se había colocado el arca del pacto, y adoró, y su humilde entrega a la mano disciplinaria de Dios permitió con alegría para llevar la carga que se le impuso. Luego llegó a su propia casa; y cuando lo requirió, le pusieron pan delante, y comió.

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