Y el pueblo, los soldados del ejército, contagiados de la penumbra que se cernía sobre toda la ciudad y sus alrededores, los recogieron furtivamente ese día en la ciudad, en lugar de entrar en orden militar y con gritos de victoria, se escabulleron en grupos pequeños y se infiltraron en la ciudad de la manera más discreta posible, ya que las personas avergonzadas se escabullen cuando huyen en la batalla, como fugitivos deshonrados a quienes les resulta imposible enfrentarse a sus amigos y familiares.

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