Y habitaré entre los hijos de Israel y seré su Dios. Esta misericordiosa promesa es tanto más hermosa por el hecho de que el Señor no confinó Su presencia en medio de ellos al Lugar Santísimo, sino que les dio la seguridad de que Él también contemplaría su holocausto diario en misericordia, por lo tanto siempre enfatizando nuevamente el pacto hecho con ellos.

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