Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro, les ha revelado, se les ha revelado en gloria, él, el Dios antiguo de los hebreos libres. Vayamos, te rogamos, camino de tres días al desierto, y ofrezcamos sacrificios al Señor, nuestro Dios, para que no caiga sobre nosotros con pestilencia o con espada. La súplica era que Jehová consideraría su negligencia en traerle sacrificios como un acto deliberado de desobediencia y, por lo tanto, vendría sobre ellos, como su enemigo, con severos castigos. Así surgen ambas ideas, que Jehová era un celoso y que era un Dios poderoso.

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