por tanto, el Señor Dios lo envió desde el jardín del Edén para que labrara la tierra de donde fue tomado. Aquí se muestra nuevamente al Dios Triuno en consejo consigo mismo. El hombre se había convertido, por así decirlo, en una de las personas de la Deidad. Conocía el bien y el mal, aunque, desafortunadamente, él mismo estaba involucrado en este último, habiendo traspasado los límites que le había puesto el Señor. Se había pronunciado la sentencia del castigo, y para que el hombre no frustrara su fuerza al participar también del árbol de la vida, el Señor ahora expulsó formalmente a Adán y Eva del hermoso jardín que había sido su hogar. En adelante, el hombre estaba destinado a ganarse la vida mediante la aplicación más laboriosa al suelo del que él mismo se había formado.

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