Y él dijo: ¿Qué prenda te daré? Y ella respondió: Tu sello, y tus brazaletes, y tu cayado que está en tu mano. Tamar había hecho así sus planes con total atención a los detalles; tenía una razón especial para exigir el sello de Judah con su cordón y el bastón que llevaba consigo dondequiera que fuera, como insignias de su dignidad, por las que definitivamente podía ser identificado. Y él se lo dio, y vino a ella, y ella concibió de él, por el pecado del incesto.

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