Y Onan sabía que la semilla no debería ser suya, que un posible primogénito no perpetuaría su nombre y familia, sino la de su hermano Er; y sucedió que cuando fue a la mujer de su hermano, lo derramó por tierra, para que no diera simiente a su hermano. En lugar de ceder a la costumbre y ser obediente a su padre, Onán cometió este crimen contra la institución divina del matrimonio y su propósito de acuerdo con la voluntad de Dios.

Tales obras de la carne, tan frecuentes en nuestros días, cuando los niños ya no son deseados, son una abominación ante el Señor. Donde el temor de Dios todavía gobierna, tales vicios no serán tolerados.

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