Y en el segundo mes, a los veintisiete días del mes, se secó la tierra. Habían transcurrido casi trescientos días desde que Noé y su familia habían entrado en el arca, y todavía tenía paciencia, esperando que la tierra recuperara su solidez y que brotara la vegetación. Pero varias semanas después, cuando las aguas del Diluvio se secaron, Noé quitó el techo o la cubierta del arca.

Ahora era evidente que las aguas ya no fluían hacia atrás y que el suelo estaba en proceso de secarse. Y todavía esperó cincuenta y siete días hasta que la superficie del suelo estuvo completamente seca y apta para la habitación humana y animal, mientras las plantas habían tenido la oportunidad de madurar para alimentarse.

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