y por un espíritu de juicio para el que se sienta en el juicio, para que la justicia y el derecho prevalezcan en toda la tierra, y por la fuerza para los que dirigen la batalla a la puerta, tanto para repeler el ataque de los enemigos como para dirigir la batalla contra la fortaleza de los adversarios. Los creyentes tienen poder tanto para resistir el mal como para librar una guerra ofensiva contra aquellos que son sus exponentes. Después de este hermoso interludio, el Señor se dirige al pueblo de Judá con una seria advertencia similar.

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