Antes de formarte en el vientre, te conocía, antes de que su concepción hubiera tenido lugar, el Señor lo había destinado a ser Su profeta; y antes de que salieras del vientre, te santificé, separándolo y consagrándolo, apartándolo para el sagrado oficio, y te ordené profeta a las naciones, no sólo al pueblo de Judá y Jerusalén, sino también a otras naciones.

La elección de Jeremías de su llamamiento no fue el resultado de la meditación y la reflexión, de un falso entusiasmo y éxtasis, sino de una revelación sobrenatural, de una selección por parte de Dios, que de ninguna manera fue influenciada por ninguna habilidad o disposición por parte del profeta.

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