Justo eres Tú, oh Señor, que mantienes la justicia, cuando yo te suplico, cuando él presenta su caso a la atención del Señor; pero déjame hablarte de tus juicios, razonando con Jehová acerca de un asunto que parece incompatible con la justicia divina: ¿Por qué prospera el camino de los impíos? ¿Por qué parecen ser afortunados en todos sus tratos? ¿Por qué se alegran todos los que tratan de manera muy traicionera?¿Cómo se puede explicar el hecho de que los mismos que son culpables de la peor perfidia, que practican la picardía más vil, viven en paz? La misma pregunta surge ocasionalmente en el corazón de la mayoría de los hijos de Dios, y es seguro estar siempre armado con la firme convicción de que los caminos del Señor son siempre correctos y buenos.

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