Pero sepan con certeza que, si me matan, con la esperanza de librarse así de una exhortación desagradable y escapar de sus advertencias, seguramente traerán sangre inocente sobre ustedes mismos y sobre esta ciudad y sobre sus habitantes, aumentando así su culpa e incurrir en penas más severas; porque en verdad el Señor me ha enviado a ustedes para decir todas estas palabras en sus oídos, sintiendo Jeremías necesario afirmar esta verdad por segunda vez para dar énfasis a su advertencia.

Entonces dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y a los profetas, al dar su veredicto sobre este importante asunto, convencidos de la veracidad de las declaraciones de Jeremías: Este hombre no es digno de morir, no ha merecido ser ejecutado como un blasfemo, porque nos ha hablado en el nombre del Señor, nuestro Dios. Aunque al principio habían clamado por su muerte, rápidamente habían sido influenciados en la dirección opuesta, a la manera de las turbas volubles de todo el mundo.

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