En ese momento, en el período mesiánico, llamarán a Jerusalén el trono del Señor, donde Él se reveló a Su pueblo, pero ya no en una nube y en una columna de fuego; y todas las naciones, es decir, en sus representantes, los verdaderos creyentes, serán reunidas en ella, en el nombre del Señor, en Jerusalén, porque el nombre del Señor, la Palabra de su gracia, se proclamaría en medio de su santa congregación; ni andarán más tras la imaginación de su malvado corazón, con obstinación o terquedad.

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