Ellos, los afortunados y los desdichados, se acostarán por igual en el polvo que en la tumba, y los gusanos los cubrirán. En la muerte todos los hombres son iguales, convirtiéndose en presa de los gusanos. Entonces, ningún hombre tiene el derecho de sacar conclusiones o juzgar la justicia de Dios solo por la evidencia de sus ojos.

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