¿Quién nos enseña más que las bestias de la tierra, poniendo a los hombres por encima de las bestias en sabiduría, honra y bendición, y nos hace más sabios que las aves del cielo? La relación del hombre con Dios debe ser la de una criatura dotada de razón y entendimiento, y su oración no debe ser un grito involuntario de angustia, sino la efusión del corazón que ve en Dios al bondadoso Padre celestial.

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