Entonces dijo Miqueas: Ahora sé que el Señor me hará bien, ya que tengo un levita para mi sacerdote. Fue una ceguera peculiar la que hizo que Miqueas buscara bendiciones para Jehová contra quien estaba pecando con su adoración de imágenes. El mero hecho de que el hombre perteneciera a la tribu de Leví y estuviera realmente obligado a servir en el altar de Jehová nunca podría cambiar el hecho del pecado mortal que se estaba cometiendo en su casa día tras día, porque el mismo levita sí lo hacía. Se equivoca al permitir que lo contraten.

Cuando los hombres que han sido llamados a ser predicadores del Evangelio se convierten en capellanes en sociedades anticristianas, en las que se deja de lado el honor del Salvador, están cometiendo el mismo pecado que el levita de Miqueas.

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