Cuando estaban en la casa de Miqueas, probablemente a la mañana siguiente, cuando pasaron por los apartamentos de la familia, conocieron la voz del joven, el levita, reconocieron el dialecto de su habla, que se diferenciaba de la del Efraimitas, o oyeron el sonido de las campanas en sus vestiduras sacerdotales; y volviéndose allí, despertada su curiosidad, le dijeron: ¿Quién te trajo acá? ¿Y qué haces en este lugar? ¿Y qué tienes aquí? La situación les pareció tan extraña que exigieron una explicación detallada.

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