Tal es la introducción de Mateo a su Evangelio. Y al concluir esta genealogía, que inmediatamente coloca a Jesús el Cristo en el centro ante las mentes y corazones de sus lectores, da un breve resumen de acuerdo con las divisiones de la historia judía: De modo que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia son generaciones de adolescentes; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

Los tres períodos representan, respectivamente, las tres formas de gobierno que tenían los judíos: teocracia, monarquía, jerarquía, con jueces, reyes y sacerdotes a la cabeza. Pero, dicho sea de paso, la misma división resume la suerte de Israel. Primero vino la era del crecimiento lento y constante, con todas las manifestaciones del celo y fervor del primer amor hacia Dios, que culminaron en el reinado de David. Luego vino el período de lento declive y desintegración gradual, iniciado con el lujoso reinado de Salomón y caracterizado por el continuo y perdedor conflicto con la idolatría.

Y finalmente llegó el período de una Iglesia restaurada con ruina interna, de una ortodoxia muerta, de un ritualismo insípido. Si algún hecho se destaca claramente de este contraste, es este, que la redención era la más urgente y urgente necesaria.

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