Y su señor se enojó y lo entregó a los verdugos, hasta que pagara todo lo que le debía.

El trato que se le había dado a su compañero de servicio llenó de profundo dolor y dolor a los que habían presenciado el procedimiento inhumano. Al llegar a su señor, hicieron un informe de todo lo que había sucedido. Citado en presencia del rey, el culpable se quedó mudo. No pudo presentar un solo argumento en defensa de su acción. Pero el señor lo caracteriza a él y al trato que da a su consiervo: Habiendo recibido tanta misericordia por su súplica implorante, ¿no habría sido una obligación transmitir esta misericordia a su propio deudor? Y así, dado que la ira del rey aumentó por tal crueldad, el criado fue entregado, no solo a los encargados de la prisión, sino a los verdugos, con instrucciones de que su vida fuera lo más miserable posible, para expiar, al menos en parte,

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