Y si me tratas así, si el Señor realmente quería que siguiera llevando la carga, mátame, te lo ruego, de inmediato, sin más tortura, si he hallado gracia ante Tus ojos, para la muerte. sería una liberación misericordiosa en las circunstancias; y no me dejes ver mi miseria, esta gran desgracia, que seguramente lo mataría por centímetros. La experiencia de Moisés y su manera de actuar es la de muchos líderes espirituales del pueblo hasta el día de hoy, si todos sus esfuerzos en favor de las almas que se les han confiado encuentran poco o ningún aprecio. Afortunado es el hombre que en ese momento se vuelve al Señor, incluso con una oración importuna, y pone el asunto enteramente en manos de Aquel que gobierna todas las cosas.

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