Bendice al Señor, todas Sus obras, en todos los lugares de Su dominio, la creación inanimada entera uniéndose en Su alabanza y acción de gracias; Bendice al Señor, alma mía, última amonestación del salmista repitiendo el pensamiento con el que abrió su poderoso himno. Verdaderamente, los creyentes de todos los tiempos tienen toda la razón para alabar y exaltar la inconmensurable misericordia del Señor que les fue revelada en Jesucristo, el Salvador.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad