También levantaré mis manos a tus mandamientos que amé, porque la oración y la confesión deben ir de la mano; y meditaré en Tus estatutos, sin cansarme nunca de reflexionar sobre las verdades salvadoras y sustentadoras de la Palabra de Dios. Tal testimonio de la verdad agrada al Señor y será recompensado por Él concediéndole la verdadera voluntad de sufrir también por Su causa si es necesario.

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