Escúchame pronto, oh Señor, porque la prisa era esencial en esta gran emergencia; mi espíritu se desvanece, casi consumido por la languidez. No escondas de mí tu rostro con ira, no sea que yo sea como los que descienden a la fosa; repudiado por Dios, sólo hay una alternativa, la destrucción eterna. Con este destino después de una demostración airada de parte de Dios, el salmista una vez más se dirige a Él en una súplica ferviente,

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