Nuestro Dios vendrá, en esta revelación de Su esencia divina, y no callará, obligado a dar a conocer Su gloria ante los hombres en todas partes; un fuego consumirá delante de él, especialmente en las palabras de la ley, y habrá una gran tempestad a su alrededor, siendo el fuego y la tempestad los heraldos de Dios como juez de la humanidad. El fuego amenaza con devorar a los pecadores, y la tempestad de su ira los esparcirá como paja ante el viento.

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