Porque el Señor escucha a los pobres, escucha con atención y gracia la voz de los que sienten su necesidad de salvación, y no desprecia a sus prisioneros, a los que durante tanto tiempo han estado atados por las cadenas del pecado y sus consecuencias. Por lo tanto, el salmo termina con un estallido triunfal de alabanza en honor a la salvación de Dios, revelada y obtenida en el Mesías.

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