En el día de mi angustia, en el momento en que la aflicción lo acosaba con fuerza, busqué al Señor, el Todopoderoso; mi llaga corría en la noche y no cesaba, más bien, mi mano está extendida en la noche, sin estar relajada, no la retrae, no cesa de clamar al Señor; mi alma se negó a ser consolada, tan profundamente lo había desanimado su aflicción.

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