Comentario de Frederick Brotherton Meyer
1 Samuel 17:41-54
Gana la batalla del Señor
David no esperó hasta que su enemigo cruzó el valle, sino que se apresuró a ir al arroyo para seleccionar los guijarros necesarios para su honda. Goliat buscó a un campeón así y lo maldijo. A esta jactancia y blasfemia, David opuso el nombre de Jehová de los ejércitos, las huestes invisibles del cielo, las doce legiones de ángeles, de las cuales habló nuestro Señor. Que Dios, el Dios de Israel, seguramente aceptaría el desafío y reivindicaría la fe de Su siervo. Así, todas las naciones gentiles verían que el Dios de Israel era una realidad viviente, mientras que Israel también aprendería la lección olvidada por mucho tiempo de que Jehová no salva con espada ni lanza.
Tan confiado estaba el filisteo que no se molestó en desenvainar su espada ni bajar la visera de su casco. Calculó que solo haría falta un golpe de su pesada lanza. Pero en un momento más Goliat yacía indefenso en el suelo. Así es como los campeones de Dios, en todas las épocas, se han enfrentado a los males gigantes, como Lutero contra Tetzel, o Guarnición contra la esclavitud; y es así que podemos desechar con confianza los pecados innatos que reclaman la supremacía sobre nuestras vidas.