Jeremias 11:1-20
1 La palabra del SEÑOR que vino a Jeremías, diciendo:
2 — Escuchen las palabras de este pacto y hablen a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén.
3 Tú les dirás que así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: “Maldito el hombre que no obedece las palabras de este pacto
4 que mandé a sus padres el día en que los saqué de la tierra de Egipto, del horno de hierro, diciéndoles: ‘Oigan mi voz y hagan conforme a todo lo que yo les mando. Así serán mi pueblo, y yo seré su Dios;
5 para confirmar el juramento que hice a sus padres de darles la tierra que fluye leche y miel, como en este día’ ”. Yo respondí: — Así sea, oh SEÑOR.
6 Entonces el SEÑOR me dijo: — Proclama todas estas palabras en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: “Oigan las palabras de este pacto y pónganlas por obra.
7 Porque bien advertí a sus padres el día en que los hice subir de la tierra de Egipto y hasta el día de hoy, advirtiéndoles persistentemente y diciendo: ‘Escuchen mi voz’.
8 Pero no escucharon ni inclinaron su oído. Más bien, se fueron cada uno tras la dureza de su malvado corazón. Por eso traeré sobre ellos todas las palabras de este pacto que mandé que cumplieran, pero que no cumplieron”.
9 Además, el SEÑOR me dijo: — Se ha hallado conspiración entre los hijos de Judá y entre los habitantes de Jerusalén.
10 Se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, quienes rehusaron escuchar mis palabras; se han ido tras otros dioses para servirles. La casa de Israel y la casa de Judá han invalidado mi pacto que concerté con sus padres.
11 Por tanto, así ha dicho el SEÑOR, he aquí que yo traigo sobre ellos un mal del que no podrán escapar. Clamarán a mí, pero no los escucharé.
12 Las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén irán y clamarán a los dioses a los cuales queman incienso, pero estos de ninguna manera los podrán salvar en el tiempo de su calamidad.
13 Porque según el número de tus ciudades, oh Judá, han sido tus dioses; y según el número de tus calles, oh Jerusalén, han puesto altares a la vergüenza, altares para quemar incienso a Baal.
14 Tú, pues, no ores por este pueblo. No levantes por ellos clamor ni oración, porque yo no escucharé en el tiempo en que clamen a mí, en el tiempo de su calamidad.
15 »¿Qué derecho tiene mi amada en mi casa, después de haber hecho tantas intrigas? ¿Acaso los votos y la carne santa podrán apartar tu mal de sobre ti? ¿Puedes entonces alegrarte?
16 »El SEÑOR llamó tu nombre: “Olivo verde de hermoso fruto y buen aspecto”. Pero con el estruendo de gran tumulto él le prenderá fuego, y sus ramas quedarán arruinadas.
17 El SEÑOR de los Ejércitos que te plantó ha decretado el mal contra ti, a causa de la maldad que para sí mismos hicieron los de la casa de Israel y de la casa de Judá, al provocarme a ira quemando incienso a Baal.
18 El SEÑOR me lo hizo saber, y lo supe; me hizo ver las obras de ellos.
19 Pero yo era como un cordero manso que llevan a degollar, pues no entendía que contra mí maquinaban planes diciendo: “ Eliminemos el árbol en su vigor. Cortémoslo de la tierra de los vivientes, y nunca más sea recordado su nombre”.
20 Pero, oh SEÑOR de los Ejércitos, que juzgas con justicia y escudriñas la conciencia y el corazón, deja que yo vea tu venganza contra ellos; porque ante ti he expuesto mi causa.
la pena de un pacto roto
Este y los dos capítulos siguientes pertenecen al ministerio anterior de Jeremías, cuando aún vivía en su hogar natal de Anatot. El profeta se refiere al pacto que recientemente había sido renovado por Josías, 2 Reyes 22:1 y 2 Reyes 23:1 , y cita en gran parte del libro de Deuteronomio, que había sido leído recientemente a oídos del pueblo. .
A ese pacto el profeta le da su respaldo con reverencia, Jeremias 11:5 . Su amén nos recuerda a Aquel que es el Amén de Dios, y en quien todas las promesas de Dios son ratificadas para siempre, 2 Corintios 1:20 . ¿No aprenderemos, como nuestro Señor en Mateo 11:26 , a mirar al rostro del Padre y decir: "Aun así?" Debemos hacerlo, para que un día podamos unirnos a los redimidos en clamar: "Amén, Aleluya", Apocalipsis 19:4 .
Las repetidas recaídas de Israel en la idolatría se debieron en parte a los ritos licenciosos asociados con tal adoración. El pueblo fue seducido de su lealtad a Jehová por la fascinación de la pasión; y aquí se nos recuerda las muchas veces que hemos sido engañados en pensamientos e imaginaciones pecaminosas, a pesar de las fervientes solicitudes y protestas de Dios, “levantándonos temprano y protestando.
“Mientras el alma esté casada con sus malos caminos, es impermeable a la entrada de la luz y el amor de Dios. "Hay un pecado de muerte", dice el Apóstol, "no digo que ore por él", un dicho que se asemeja mucho a la solemne prohibición de Jeremias 11:14 , "Por tanto, no ores por este pueblo , ni levantes un clamor ni una oración por ellos ".