Salmo 148:1-14
1 ¡Aleluya!
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Canción de alabanza de la creación
La "benedicita" en el Libro de oración común se basa en este salmo. El juglar sagrado no se contenta con que él o su pueblo tengan el monopolio de la alabanza. Él llama a la naturaleza, con su miríada de voces, para que absorba la tensión. Es interesante cambiar estas palabras del modo imperativo al indicativo, porque ya las alturas y profundidades que nos rodean son vocales. El sol dirige el coro y la luna toca su arpa de plata.
Las estrellas "quire a los querubines de ojos jóvenes". Las profundidades alaban por las profundidades del amor, las montañas por su altura, los árboles frutales por su dulzura, mientras las grandes monarcas del bosque, con sus ramas meciéndose en el viento, “aplauden”. ¡Seguramente los hijos de Dios deberían despertar de su letargo! ¿Podemos ser redimidos y mudos? ¿Salvado y silencioso? ¿Entregado y hecho "cerca", y ninguna palabra de gratitud? Mientras leemos este salmo, recordemos también que hay una nota de alabanza para el fuego de la tribulación y el granizo del escarnio abusivo. Hace mucho tiempo que los santos alabaron a Dios en los fuegos. El viento tormentoso o la adversidad, no menos que los céfiros de la prosperidad, cumplen Su propósito y merecen nuestra confianza.