1 Samuel 19:1-24
1 Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores para dar muerte a David. Pero Jonatán hijo de Saúl amaba mucho a David.
2 Y Jonatán dio aviso a David, diciendo: — Mi padre Saúl procura matarte. Ahora, por favor, ten cuidado durante la mañana y escóndete en un lugar oculto.
3 Yo saldré y estaré al lado de mi padre en el campo donde tú estés y hablaré de ti a mi padre. Si percibo algo, te lo avisaré.
4 Jonatán habló bien de David a su padre Saúl, y le dijo: — No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha cometido ningún pecado contra ti. Al contrario, sus obras te han sido muy beneficiosas.
5 Él arriesgó su vida cuando mató al filisteo, y el SEÑOR dio una gran victoria a todo Israel. Tú lo viste y te alegraste; ¿por qué, pues, pecarás contra sangre inocente, dando muerte a David sin motivo?
6 Al oír Saúl la voz de Jonatán, juró: — ¡Vive el SEÑOR, que no morirá!
7 Entonces Jonatán llamó a David y le declaró todas estas palabras. Jonatán presentó a David ante Saúl, y David estuvo delante de él como antes.
8 Volvió a haber guerra, y David fue y combatió contra los filisteos. Él les ocasionó una gran derrota, y huyeron ante él.
9 Entonces un espíritu malo de parte del SEÑOR vino sobre Saúl. Y estando él sentado en su casa, tenía su lanza en su mano, mientras David tañía con la mano.
10 Luego Saúl intentó clavar a David en la pared con la lanza, pero David esquivó a Saúl, quien golpeó la lanza contra la pared. Aquella noche David huyó y se escapó.
11 Saúl envió mensajeros a la casa de David para que lo vigilaran y le dieran muerte a la mañana siguiente. Pero Mical, su mujer, avisó a David diciendo: — Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto.
12 Entonces Mical descolgó a David por una ventana, y él se fue, huyó y se escapó.
13 Después Mical tomó un ídolo doméstico y lo puso sobre la cama, acomodándole a la cabecera una almohada de cuero de cabra y cubriéndolo con la ropa.
14 Y cuando Saúl envió mensajeros para que prendieran a David, ella respondió: — Está enfermo.
15 Saúl volvió a enviar mensajeros para que vieran a David, diciendo: “¡Tráiganmelo en la cama para que lo mate!”.
16 Entraron los mensajeros, y he aquí que el ídolo estaba en la cama, y una almohada de cuero de cabra a su cabecera.
17 Entonces Saúl preguntó a Mical: — ¿Por qué me has engañado así y has dejado ir a mi enemigo, de modo que se escapase? Mical respondió a Saúl: — Porque él me dijo: “¡Déjame ir! Porque si no, te mato”.
18 David huyó. Se escapó y fue a Samuel, en Ramá; y le dijo todo lo que Saúl le había hecho. Entonces él se fue con Samuel, y habitaron en Nayot.
19 Luego avisaron a Saúl, diciendo: “He aquí que David está en Nayot, en Ramá”.
20 Y Saúl envió mensajeros para que prendieran a David. Estos vieron a un grupo de profetas que estaban profetizando y a Samuel que estaba allí y los presidía. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron.
21 Cuando le informaron a Saúl, envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Saúl envió mensajeros por tercera vez, y estos también profetizaron.
22 Finalmente, él mismo fue a Ramá; y al llegar al gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo: — ¿Dónde están Samuel y David? Y le respondieron: — He aquí que están en Nayot, en Ramá.
23 Fue a Nayot, en Ramá, y también sobre él vino el Espíritu de Dios, e iba profetizando hasta que llegó a Nayot, en Ramá.
24 Él también se despojó de su ropa y se puso a profetizar de la misma manera delante de Samuel. Todo aquel día y toda aquella noche estuvo echado desnudo. Por esto se suele decir: “¿También está Saúl entre los profetas?”.
La enemistad de Saúl hacia David creció, mientras que la amistad entre Jonatán y David aumentó. Saúl hizo todo lo posible para poner a Jonatán y al pueblo en contra de David. Incluso llegó a acusarles de matar a David.
Por un tiempo, Jonatán lo persuadió de que cesara su impía persecución contra David. Sin embargo, la enemistad subyacente volvió a estallar rápidamente, y esta vez en un atentado directo contra la vida de David.
Ciertamente, estos fueron días de amargas pruebas para el joven ungido para el cargo real, y era perfectamente natural que, en medio del estrés y la tensión de tales experiencias, huyera a Samuel.
Aquí estaba protegido por la intervención divina directa del tipo más notable. Tres compañías de mensajeros de Saúl, y finalmente el mismo Sad, viajando con el propósito expreso de capturar a David, fueron tomados por el Espíritu de Dios y obligados a profetizar.